La muerte no es sólo un hecho biológico. No lo es, al menos, para el hombre, que le ha querido buscar siempre un significado. Actualmente, se ha producido un cambio espectacular en la forma de morir y en la mayoría de los países predomina la muerte en el hospital, donde es mucho más difícil “vivir la propia muerte” como un hecho consciente y digno. De todo ello habla el Dr. Marcos Gomez, Cuidados Paliativos de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias y miembro del Consejo Asesor de la Fundación Mémora.

La muerte no es sólo un hecho biológico. No lo es, al menos, para el hombre, que le ha querido buscar siempre un significado. La historia de la humanidad trata de la vida del ser humano, pero también de su postura ante la muerte.
A todos nos infunden temor la enfermedad y la muerte. Pero no hablamos acerca de ello. Ni con los demás ni con nosotros mismos. En lugar de sobreponernos a este temor saliendo con franqueza al encuentro de la enfermedad y de la muerte como las más reales posibilidades de nuestra existencia y entablar al respecto una conversación grave, eludimos esta conversación haciendo ver que la enfermedad y la muerte no existen. Las costumbres sociales contemporáneas facilitan mucho esta actitud.
Durante más de mil años, las personas morían de una manera más o menos similar, sin grandes cambios. Era la muerte familiar. El enfermo moría en su casa, haciendo del hecho de morir, el acto cumbre de su existencia. De esta manera, era más fácil vivir la propia vida hasta el último momento, con la mayor dignidad y sentido, rodeado de los seres queridos.
La negación de la muerte, tan característica de nuestro mundo actual, ha conducido a cambios profundos y que han tenido una repercusión directa en la atención a las personas con enfermedades avanzadas.
Cambio en la forma de morir
En solamente una generación se ha producido un cambio espectacular en la forma de morir. Hoy en la mayoría de los países predomina la muerte en el hospital, donde es mucho más difícil “vivir la propia muerte” como un hecho consciente y digno
El comportamiento del hombre ante la muerte a lo largo de la historia ha estado siempre lleno de ambigüedad, entre la inevitabilidad de la muerte y su rechazo. La conciencia de la muerte es una característica fundamental del hombre.
Así nos encontramos con una sociedad que, siendo mortal, rechaza la muerte. Este rechazo social a la muerte no parece haber ayudado al hombre en el momento en que tiene que enfrentarse a ella. Contrasta, en efecto, este rechazo total por parte de la sociedad y la angustia, mayor que nunca, que el hombre, individualmente, siente ante ella. La muerte ha dejado de ser admitida como un fenómeno natural necesario. Es un fracaso.
Para los profesionales de la salud, y más específicamente para los médicos, la muerte es también un personaje tremendamente incómodo. Una mezcla de sentimiento de fracaso, angustia ante su propia muerte y falta de formación específica, pueden explicar la escasa atención que algunas veces se presta a los enfermos.
La participación de la familia en la muerte de uno de sus miembros se ve muy acotada o desaparece casi del todo cuando el enfermo es hospitalizado. Los adelantos de la medicina han dado popularidad al hospital como único sitio adecuado para el que va a morir, aunque el recurso de la hospitalización también se debe a que las familias actuales difícilmente pueden hacerse cargo del cuidado de un enfermo terminal. Pero además, y sobre todo, el hospital coloca a la muerte fuera del hogar y permite ponerla a cierta distancia.
Por ser el sufrimiento uno de los sinsentidos de la muerte, el derecho a morir dignamente se ha plasmado en los esfuerzos para humanizar los cuidados destinados a los moribundos. Nadie puede dudar de la legitimidad de esta conquista del sentido de la vida y la muerte, ni de la restitución al ser humano de su dignidad amenazada por los artefactos tecnológicos. La aparición de los cuidados paliativos anuncia un cambio de actitudes frente a la muerte porque supone reconocer su carácter ineludible y la necesidad de hacerse cargo de todo el proceso. Se deja que la muerte actúe en vez de actuar sobre ella; se acepta el drama humano en vez de representar una comedia; se le devuelve un sentido al ritual en vez de profesionalizarlo. La aparición de los cuidados paliativos representa una sumisión lúcida al orden de cosas y una preocupación solidaria por la suerte de los seres humanos. La administración de cuidados paliativos no hace más que colaborar en un proceso ya iniciado cuyo único final es la muerte, sin intervenir para provocarla ni para impedirla.
Autor:
Dr. Marcos Gomez
Presidente de Honor de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos, coordinador del Programa de Cuidados Paliativos de la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias y miembro del Consejo Asesor de la Fundación Mémora.