Transformación del modelo de cuidados de larga duración

Fernando Martínez, presidente de la Sociedad Española de Enfermería Geriátrica, nos conduce por la evolución que se está llevando a cabo en el modelo de cuidados, especialmente centrado en reconocer la individualidad de las personas, crear espacios hogareños y poner el foco en el ámbito de la salud. 

Fernando Martínez Enfermeria

La historia nos recoge las prácticas que las distintas civilizaciones han desarrollado para la atención y cuidado de las personas más vulnerables en cada uno de los periodos y cómo la cultura del cuidado tiene distintas manifestaciones a lo largo del planeta.

No tenemos que irnos lejos, en esta misma Europa que vivimos hay experiencias muy dispares, países que llevan más de cuarenta años sin crear plazas residenciales u otros con experiencias que apuestan por el desarrollo comunitario de la atención a las personas mayores y dependientes. Mientras que algunos están todavía anclados en un espacio de institucionalización que favorece los proceso de atención pero que olvida a sus protagonistas.

Reconocer la individualidad de las personas, especialmente de los mayores

El respeto a los derechos de la persona y el reconocimiento de los procesos individuales de autodeteminación han sido claves para orientar la atención centrada en la persona que se ha venido desarrollando durante las últimas décadas en distintos países.

La pandemia producida por el SARS-CoV2 ha puesto de manifiesto la gran debilidad de las sociedades en la atención a las personas mayores, pero a la par ha sido la palanca de cambio hacia una transformación del modelo de cuidados de larga duración, elemento a debate desde hace ya tiempo y que ahora se canaliza con una apuesta institucional por la evolución hacia un modelo que reconozca la individualidad de las personas, sus aspectos biográficos, sus valores y las preferencias en la vida cotidiana.

Este giro en la transformación del modelo de cuidados de larga duración pasa por un desarrollo de los valores éticos que orienten el cuidado, la calidad de atención entendida esta como un conjunto de prácticas que engloba la salud, la seguridad, la atención centrada en la persona y los entornos de cuidados, junto con la apuesta por una reorientación del diseño y de la organización de los centros y los servicios ofertados a las personas.

La terapia humanista de Carls Rogers desarrollada en los años cincuenta del siglo veinte es la precursora de poner en el centro a la persona y de contar con su participación activa. Se caracteriza por respetar la identidad de cada persona, por fomentar y apoyar su proceso de toma de decisiones atendiendo a gustos y preferencias como camino para buscar el bienestar físico y emocional.

Situar a la persona en el centro y crear entornos hogareños

En el ámbito institucional esta atención centrada en la persona tiene que venir acompañada de crear entornos facilitadores caracterizados por espacios hogareños donde se desarrollen actividades significativas y con sentido para las personas, que sean accesibles y permitan la independencia funcional en entornos seguros. Los espacios tienen que minimizar los riesgos y potenciar la independencia y autonomía de las personas. Pero a la par debemos de hablar de prácticas de cuidados e intervenciones profesionales seguras, basadas en las evidencias disponibles que nos permitan alcanzar los máximos beneficios disminuyendo los riesgos. 

Esta buena praxis pasa por prevenir los riesgos individuales, por potenciar el buen trato, por corregir las prácticas inadecuadas y por buscar un equilibrio entre la seguridad, la autonomía de la persona y el bienestar emocional, lo que nos llevará a procesos deliberativos y de riesgos compartidos. Pero también por una participación en la comunidad, haciendo uso de servicios, de la oferta cultural o cooperando con su entorno, estas relaciones sociales y vida en la comunidad son elementos importantes en la calidad de vida.

Poner el foco en la salud: valoración, necesidades y propuestas

La calidad de atención nos obliga a profundizar en el ámbito de salud, en cómo llevamos a cabo la valoración integral, cómo se detectan necesidades y las capacidades de la persona, cómo se diseñan los planes personalizados de atención y cómo se generan las propuestas de apoyos, tanto internos como con los recursos de la comunidad. Una atención a la salud que indudablemente debe de pasar por desarrollar programas preventivos donde la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad y la dependencia junto con el desarrollo del autocuidado deben de tener la máxima expresión; todo ello desarrollado por profesionales del propio servicio, en coordinación con el departamento de salud u otros sistemas y apoyando a los cuidadores profesionales, a la familia y a los cuidadores no profesionales para que todos podamos potenciar el autocuidado y bienestar de las personas.

El liderazgo de este proceso de mejora presenta distintas vertientes que deben de trabajarse: sensibilización, reflexión compartida, formación, seguimiento… y donde participan profesionales, personas usuarias y familias.

Sin duda los profesionales de Enfermería, enfermera y enfermera especialista en geriatría, juegan un papel clave en todo el proceso de atención, como apoyo a la persona usuaria y a la familia, como mirada integradora de los distintos servicios, como eje de la coordinación sociosanitaria, como gestora de procesos y como apoyo y formadora del equipo de atención. No debemos de olvidar que la atención centrada en la persona forma parte de la mirada holística e integral del profesional de la Enfermería.